lunes, 30 de junio de 2008

domingo, 29 de junio de 2008

viernes, 27 de junio de 2008

EL TESORO Y LOS DUENDES.

Cuando la moza acabó de llenar el cántaru en el chorru de la juente, empezó a andar hacia la su casa.A los pocos pasos el cántaru empezó a moverse de un lau a otru. La moza asustá aposó el cántaru, y el cántaru se movía en el suelu para arriba y para abajo y de un lau a otru como una peonza.Al mismu tiempu que se movía oyó una vozuca que salía del cántaru y que decía así:
Debajo de la juentehay un gran tesoruhechu de plata y de oru...La muchacha ya sabía que metíos entre el agua hay unos duendes chiquitines que a veces salen con el chorru del agua y estamengan los cántaros y los rompen por travesura; y otras veces avisan a la gente cuando averiguan que debajo de la tierra por onde vien el agua hay alguna mina o algún tesoro de los que dejaron los moros escondíos.El duende de las juentes y de los ríos, que es más chicu que la cabeza de una cerilla, no paraba de cantar en el cántaru:
Debajo de la juentehay un gran tesoruhechu de plata y de oru...Asombrá la muchacha de lo que decía el duende, golvió a la juente y vació el cántaru, que es lo que hay que hacer cuando un duende se mete en un cántaru, porque si no al beber se le traga y las personas se güelven locas y traviesas y no pueden parar quietas un momentu.Cuando golvió a la su casa se lo contó a su padre, y al ser de noche, cuando ya no había ninguna luz en el pueblu y la gente estaba dormía, la muchacha y el su padre jueron a la juente con unos picachones para cavar en la juente y encontrar el tesoru enterrau.Dale que te dale con los picachones y venga de sacar tierra y encontraron una piedra muy ancha. Las sus juerzas no podían levantar la piedra y se golvieron a casa desconsolaos.A la otra noche golvieron tampocu pudieron levantar la piedrona.
Así jueron unas cuantas noches y la piedra sin menease de allí.Entonces el padre de la moza se jue al monte y llamó a un ojáncanu y le dijo que le daría su hija si levantaba la piedra pa sacar el tesoru.El ojáncanu bajó con el hombre a la media noche y levantó la piedra.En unas arcas de yerru había miles y miles de sortijas, de gargantillas y de barras de oru.Pocu a pocu el hombre jue sacando aquellas riquezas y el ojáncanu se las llevó a casa.Después el padre, avariciosu y villanu, llamo a la su hija y la dijo para engañala que ya había levantau la piedra y que se juera con él para traer el tesoru.La moza se levantó muy contenta y cuando estaban cerca de la juente encontraron a un crio que iba llorando. El ojáncanu estaba escondíu a la parte de allá de un matorral para llevase a la moza en cuantu el padre le chiflara avisándole.La muchacha compadecía del criu que iba llorando muy desconsolau, le preguntó con muchu cariñu y con mucha lastima que por qué lloraba.Y el criu le respondió que lloraba porque se le había perdíu un corderu del rebañu y que venía de un pueblu que estaba a dos leguas buscándole.En esto se sintió balar a un corderu y la moza y el criu echaron a correr muy contentos hacia ónde salían los balíos. Al llegar onde estaba el corderu, el criu le dijo a la moza:
- Corre, corre sin pararporque el tu padre te quier engañar.El corderu se convirtió en un caballu y en el caballu se amontonaron la moza y el criu.El ojáncano echó a correr detras del caballu, pero no le alcanzó.Cuando ya estuvieron muy lejos de la juente, el criu aparó al caballu y dijo a la moza:- Soy un duende del monte y vi al tu padre con el ojáncanu y oí que le decía que le daría la hija si le sacaba el tesoru.
Después de decir estas palabras, el duende se convirtió en una viejucu baju y gordu, con unas barbas largas, muy blancas; y el caballu se convirtió en corderu y después al dale el duende con el bastón en la frente se convirtió en un lobo muy grande.Porque tos los duendes del monte van acompañados de un lobu que se puede convertir en pájaru grande, en caballu y en otros animales.La moza agradeció al duende la su salvación y se quedó con él en la su cueva, a onde se entraba por un roble huecu.A los pocos días la moza sintió qye escarbaban en la tierra, encima de la cueva.Despertó al duende, que estaba dormíu, y el duende adivinó que era el ojáncanu que había encontrau el sitio onde se escondían.En aquel istante dio con el bastón un golpe muy suave en la frente de la moza y la moza se convirtió en una oruga. Dio otru golpe al lobu y el lobu también se convirtió en oruga. Y él también quedó convertíu en oruga No paraba el ojáncanu de escarbar en la tierra hasta llegar a la cueva del duende.Con el ojáncanu estaba el padre de la moza. El duende, la moza y el lobu convertíos en orugas salieron de la cueva.Después el duende golvió a la cueva, se metió debajo de la tierra y fingía la voz como si hablaran un hombre y una mujer.El ojáncanu no paraba de escarbar, creyendo que debajo de la cueva había otra. Así abrió un hoyu muy hondu. Entonces el duende se convirtió otra vez en oruga, salió al monte, se convirtió otra vez en un vieju bajucu y gordu, con las barbas muy largas y muy blancas, se asomó a la orilla del hoyu que abrió el ojáncanu y empezó a reirse con toa la juerza. Se dió él mismu con el bastón en la frente y se convirtió en un gigante con unas manos grandísimas.Y sin parar de reirse jue echando la tierra en el hoyu y allí quedaron sepultados el ojáncanu y el padre maldecíu de la moza.

domingo, 22 de junio de 2008

Pantano de Alsa.






Hace unos días llegó mi hijo y me dijo...... mamá... nos vamos....y acabé de nuevo aquí ....como me lo pasé!!!!.

Pantano de Alsa.

Esta fué mi primera visita a este pantano.



viernes, 20 de junio de 2008

La novia del Ojáncano.

Una vez un ojáncanu se enamoró de una muchacha que guardaba un rebañu de ovejas blancas y de ovejas negras. La muchacha estaba un día bebiendo el agua pura en una juente que manaba en una peña vestía de musgu y la peña se volvió como estremecía.

Alevantó los ojos y vió al ojáncanu en pie encima de la peña, con un mirar triste, mirándola y remirándola como un cristianu a una imagen de la iglesia.

La muchacha se jue corriendo, dando voces a los pastores...

Otro día, cuando estaba encendiendo lumbre para templarse un pocu, a la parte de allá de un espinar que estaba encima de un ribazu, la llama no pudo medrar. Cuando ardían los escajos una miaja, venía un vientu por entre el espinar, y los escajos se apagaban en seguida, tan pronto como empezaban a arder. Así se encendieron y apagaron unaas cuantas veces.

La muchacha se levantaba y veía que no había vientu, porque las hojas de los árboles y las cogullucas de los jelechos y de los brezales estaban quietos.

Golvió a encender los escajos y pasó lo mesmu que las otras veces. En cuantu ardían un poquitín venía un vientu por entre los espinares y apagaba la llama.

Extrañá de que na más hubiera vientu en el espinar, miró toda sorprendía y vio al mesmu ojáncanu de la peña de la juente suspira que te suspira, como un cristianu que tie algún dolor muy grande en el cuerpo o en el alma.

Los suspiros del ojáncanu eran el vientu que apagaba la lumbre de los escajos, en cuantu empezaba a nacer.

La muchacha echó a correr y golvió a dar voces llamando a los pastores.

Otra vez bajaba detrás de las ovejas cargá con un gran coloñu de leña. Cuando empezaba a bajar el senderu muy resbalaciu, se encontró con que la quitaban el coloñu de leña de la cabeza.

Miró sorprendía lo mesmu que en la juente y lo mesmu que en la vera del espinar y vio el mesmu ojáncanu que tenía el coloñu en la mano como un hombre lleva un palu, un rastrillu o una picaya.

La muchacha, de puru miedu, no dio voces llamando a los pastores como las otras veces. Siguió detrás de las ovejas, temblando y rezando a tos los santos del cielu de Dios Nuestro Señor.

El ojáncanu la iba mirando con mucha tristeza, con el coloñu en la mano. Al llegar cerca del pueblu, puso el coloñu en la cabeza de la moza y se golvió al monte muy despaciu, como una persona que va de mala gana a cualquier sitiu.

Así jueron pasando los días. Otru atardecer bajaba la moza con otro coloñu y el ojáncanu se lo golvió a quitar de la cabeza y a llevarle en la mano hasta cerca del pueblu. La muchacha iba perdiendo el miedu al ojáncanu y cuando le encontraba ya no temblaba como antes, ni rezaba a los santos del cielu de Dios Nuestro Señor.

En esto vino la primavera. No había dia sin que el ojáncanu dejara de presentarse a la muchacha, que pocu a pocu fue cogiendo confianza. Al principio le veía y se iba a los pocos instantes, suspira que te suspira, como si toas las penas del mundu estuvieran metías en el su ánimu. Pero después se estaba más ratu cerca de la muchacha sin dejar de mirarla y de suspirar.



Cuando empezó la primavera la confianza era más grande. El ojáncanu y la moza estaban casi tou el día juntos. El ojáncanu despedazaba peñas, hacía las maldaes de siempre, pero cuando estaba con la moza era güenu y pacíficu. No paraba de hacerla beneficios. Él la cortaba la leña para hacer los coloños y arrancaba los escajos y las árgomas por onde ella iba andando. Si la juente estaba lejos, el ojáncanu iba a por el agua. Si llovía, el ojáncanu escarbaba en una peña y hacía una peña para guarecerse o ahuecaba un árbol. Los otros pastores estaban extrañaos de la amistad del ojáncanu y la muchacha.

En tos los pueblos la llamaban la novia del ojáncanu y las mozas y los mozos la aborrecían. Pero ella le tenía cada vez más apegu y sentía mucha desazón en el monte cuando el ojáncanu tardaba en llegar junto a ella...

Un día, a mitad de primavera, la moza no subió al monte. El ojáncanu la buscó por toas partes y mandó al cuervu que volara sin parar dando güeltas por encima del monte para ver si la veía con el su rebañu.

El cuevu voló toa la mañana, golvió al mediudía, se le posó en la nariz y le dijo que no la veía por ninguna parte. El cuervu por el aire y el ojáncanu por las cuestas no encontraron a la moza.

Pasaron muchos días y la moza no parecía por el monte. El ojáncanu cada vez estaba más triste. Las sus maldades eran más villanas y no había choza que no desbaratara. Tos los caminos los llenó de piedras muy grandes y tapó las juentes con peñascos.

Un atardecer paró a un pastor y le preguntó por onde estaba la moza. El pastor, encogíu del miedu, le dijo la verdá. Los padres de la moza la habían mandau a un pueblu, muy lejos del valle, pa que no golviera a ver al ojáncanu. El pastor siguió el su caminu muy contentu de que el ojáncanu no le hiciera mal...




Al día siguiente, muy de mañana, cuando se levantaron los vecinos, tou el pueblu jue una queja. Los maizales estaban destrozaos, las parés de las huertas caídas, los nogales en el suelu, los mesmu que los perales y los manzanares. No había quedau una paré ni un árbol de fruta en pie. Toa la cosecha estaba destrozá.

Cuando el sacristán jue a tocar a misa se encontró con que habían desaparecíu las campanas. Cuando el herreru abrió la fragua vió que le habían llevado el yunque. Cuando el médicu jue a enganchar el caballu al carricoche para ir a visitar a los enfermos, se encontró con el caballu muertu y el carricoche con las ruedas partías...

No pararon aquí las maldades. Toda la yerba de los praos estaba arrancá y pisoteá y las losas del pórticu de la iglesia hechas peazos, lo mesmu que el paredón que se había hechu hace pocu tiempu pa que el agua del rio no entrara en la mies. Las portillas de las tierras también aparecieron rotas, lo mismu que el carru y el hornu de los padres de la moza.

Todas las mañanas se encontraban los vecinos con algún destrozu. Un día una socarreña destrozá, otru dia un portal con un hoyu mu grande, otru día una juente llena de cantos, otru dia un molinu con las ruedas partías...

Los vecinos arreglaban las parés por el día y el ojáncanu las tiraba por la noche. Así llegó el invernu. La gente estaba sin cosecha, los soberaos estaban vacios, los parajes sin hierba. Tos los vecinos estaban entristecíos, sin tener una pizca de harina pa llevar al molinu.

Una mañana, al pocu de amanecer, toa la gente se jue llorando por los caminus con los trastos a cuestas. Unos se jueron a un pueblu y otros a otru, porque el ojáncanu enamorau no paraba de hacer mal.

El pueblu se quedó solu y las casas se jueron caendo pocu a pocu, hasta que to jue como un matorral.
Manuel Llano.

Manuel Llano