lunes, 10 de noviembre de 2008

RECUERDOS 3º.

Recuerdo cuando íbamos a buscar grillos en verano, los escuchábamos, buscábamos sus casetas y luego con una hierba “hurgábamos” dentro del agujero hasta que el grillo salía. A veces se resistía y por eso llevábamos una botelluca con agua, para como último recurso obligarlo a salir…….. siempre estaba el “cochino” de turno jejeje que no tenía botella pero con gran habilidad y debido a que era niño, sacaba sus atributos y hacía pis en el agujero de esa forma no hay grillo que se resista.
Yo por ser la más pequeña de casa fuí la que más suerte tuvo en cuestión juguetes, mis dos hermanos mayores y mi prima tuvieron pocos, no es que yo tuviese muchos pero más que ellos sí. Recuerdo mis muñecas: Sonia, la princesa que le tocó a mi padre en la tómbola que era más alta que yo, la Nancy con sus vestidos…………. Y una articulada que me regaló mi tía con sus vestidos y todo!!!.....aquella muñeca fue una “bomba”, quien me iba a decir a mi que tendría una muñeca articulada????.
Como no había presupuesto para comprar vestidos, me los montaba yo con servilletas, lazos y puntillas que le cogia a mi madre, las pintabas los ojos y la boca con rotuladores del cole y me quedaban como autenticas princesas.
Recuerdo un año por Reyes que yo pedía una bicicleta y yo sólo conocía las marcas BH y GAC, e ignorante de mi pensé que eran las únicas marcas que existían , por eso me enfadaba con mi madre cuando yo la decía que quería una bicicleta y ella me decia como enfadada…….SÍ ORBEA!!!! Para hacerme rabiar ya que yo pensaba que con eso me la negaba….así una y otra vez………quien iba a imaginar que ORBEA era una marca de bicis……
Mi sorpresa fue mayúscula cuando la mañana de Reyes me levanté de la cama y me encontré mi bicicleta , colgando del manillar una cestuca con “cacharritos” que yo no me esperaba y no te digo nada cuando vi la marca de la bici….ORBEA jejeje se me caía el techo encima…..
Recuerdo cuando mis hermanos hacían arcos y flechas con varas de avellano, a las flechas las sacaban punta, entonces claro salía la señora Carmina (nuestra madre) dando gritos y poníamos algodón atado con tela en las puntas para no clavarnos ni sacarnos un ojo.
Y esos pedazo de cohetes que hacían mis hermanos con cerillas y el papel aluminio del chocolate??? , que guapos oye!!!!, si hasta subían y todo jejeje.
El colegio era para mi la mayor de las tragedias, ya no era que no me gustase, que si me gustaba….lo que pasó fue que le cogí miedo al maestro y eso me bloqueaba tanto que me impedía estudiar, centrarme e incluso hacer la tarea diaria. Mi terror llegó al extremo de negarme a ir, me ponía siempre mala, pero claro “no colaba”, ya mis padres no me creían y me obligaban a ir normal claro.
Un día de esos que yo me negaba a ir, mi padre me dio dos azotes y me mando al cole….la 1ª vez en la vida que mi padre me ponía la mano encima…..bueno más que dos azotes fueron dos roces al pantalón ya que mi padre era incapaz de pegarnos, es más le dolieron más a el que a mi….tanta rabia me dio que yo dije que ese día no iba y no fui, de camino me tiré al suelo y me manché la ropa de barro, con una piedra me raspé las manos y las rodillas hasta hacerme sangre y a casa llorando haciéndoles creer que me había caido.
Gracias a Dios el sistema educativo a cambiado. Demasiado diría yo, ya que ahora son los profesores los que temen a los alumnos y a eso tampoco hay derecho…..es cuestión de respeto mutuo.
Eso si, no he olvidado ni una de las tortas, varazos con la vara de avellano, reglazos en las palmas de las manos y en las puntas de los dedos, que me dieron en el colegio ya que no las merecía…….siempre fui una niña muy buena.

jueves, 2 de octubre de 2008

jueves, 11 de septiembre de 2008

sábado, 30 de agosto de 2008

Video Cantabria.1º.

RECUERDOS 2ª parte.

Recuerdo cuando para sacarme un diente sin que mi madre lo supiera claro, por que tenía miedo ir al dentista, mi amiga del alma y vecina que la quería y la quiero mucho y con la cual me crié(Mª Esther) me la sacó con la puerta del armario de la habitación de mi hermano, ato un hilo y zassss…. Y con lo mañosa y miedosa que yo era imaginaros la escena….pufffff….que número.

Miedosa….terriblemente miedosa era, miedo a la oscuridad, a dormir fuera de casa… era miedo a todo y para colmo recuerdo que mi hermano el pequeño jejeje…le gustaba asustarme, cuando me mandaban por carbón se escondía en la carbonera y en lo alto del pajar a oscuras y con una linterna en la boca….¡su madre! que sustos me daba. Recuerdo el día que vi unas películas sobre hormigas y arañas gigantes….. que horror…eso si aun fue pero cuando vi “La Marabunta” esa película que iba de una plaga de hormigas creo que africana, la recordáis??? .No me dejaban verla pero me hice la loca por que había visita y la ví..…la verdad es que para esa película fue un trauma, no dejaba de soñar y pensar en si la marabunta vendría a Cantabria (que imaginación).

Y que me decís de ese ratoncito Pérez, gracias a Dios aun no se ha perdido algo queda de inocencia en el mundo. Recuerdo las noches de Reyes, que buenos eramos madre!!! ,cuando íbamos a buscar los regalos de Reyes al cine CONCHA ESPINA, que era donde daban los regalos la fabrica en la que mi padre trabajaba.

Tampoco éramos unos santos…. Hacíamos nuestras chapuzas…. Como robar las ciruelas a nuestros vecinos y a mi se me caían del árbol de todas las que tenia…pero me gustaba ir con los demás a hacerlo, cuando nos íbamos detrás de los avellanos de mi vecina a echar el cigarruco que robábamos a nuestros padres cosa que yo pocas veces lo hice por que no me gustaba y aun sigue sin gustarme, pero iba con los demás…si nos llegan a pillar…nos dan cigarruco y medio.

Recuerdo cuando íbamos en el verano a la hierba, se trabajaba mucho pero había algo que ahora no veo…UNION ahora no hay esa unión, se ayudaban unos vecinos a otros si venia mal tiempo y la hierba corría peligro de mojarse….aquellas meriendas en el prao, antes que cayera la tarde mi prima y yo nos veníamos a hacer la merienda…yo mas bien a caciquear pero bueno por que era muy pequeña pero me venia con ella que era y es como si fuese mi hermana….hacíamos chorizo frito y lomo de la matanzas y patatas fritas que freíamos con el aceite del chorizo y estaban…………ufffffffffff de vicio, unas botellas de vino , el pan y de vuelta a la finca para merendar allí todos juntos y así dar tiempo a acabar de hacinar el prao. Al día siguiente o a los pocos días esa hierba se metía en el carro en el pajar….a mi me encantaba pisar el carro hasta lo mas alto y después venir hasta casa subida en lo alto del carro agarrada a las cuerdas que sujetaban la hierba, una vez en casa al pajar a pisar la pella que se llama a la hierba almacenada en el pajar.


El lavar la colada era todo un ritual, recuerdo la primera lavadora de turbina que hubo en casa…a base de dar vueltas le salia una especie de rosco de espuma en el centro enorme en el cual yo metía la mano y me reñían por que decían que podía ser peligroso, que la ropa me cojiese la mano y me la rompería, pero a mi me gustaba enredar…..después esa ropa lavada se pasaba al pozo a aclarar, un lavadero que teníamos y aun tenemos en la huerta en el cual ya estaban preparados los calderos con la lejía y el añil…… agua, lejía, añil y tendal…..aun lo recuerdo…aquel olor a limpio.

miércoles, 9 de julio de 2008

lunes, 7 de julio de 2008

viernes, 4 de julio de 2008

miércoles, 2 de julio de 2008

RECUERDOS.(1º parte).

Hola, mi nombre es……. Que más da no? Una persona más, nací en un pequeño pueblo de Cantabria hace ya 42 años, mi familia era humilde, muy humilde, lo cierto es que no sé como mi madre conseguía llegar a fin de mes mes en fin sería por que por aquel tiempo ya se sabe…sembraban las tierras se mataba el cerdo y con eso se iba viviendo lo suficientemente bien como para aguantar el mes. Este texto se titula RECUERDOS por que es precisamente eso…no me gustaría olvidar todo lo que de niña viví, aunque es imposible recordar todo pero…… al menos de estas cosas conservare siempre eso….recuerdos.

Mis primeros recuerdos me llevan a cuando era muy pequeñita, tanto como 3 años aproximadamente, fue la muerte de mi tío Santiago, yo lo llamaba “Taillo” vivíamos todos en la misma casa, la casa de mis abuelos. Vivíamos 3 familias y aunque parezca mentira se llevaban todos bien, mis abuelos, mis tíos con su hija y mis padres con sus hijos, increíble pero cierto, había unión en las familias. De mi tío recuerdo como me cojía de los pantalones y me subía “aupa” como el decía me levantaba en el aire …que bueno era, recuerdo el día que murió, fui yo quien se dio cuenta de que “Taillo” no contestaba cuando yo lo llamaba…..después de eso todo fue muy deprisa hasta que murió.

Recuerdo que vivíamos rodeados de animales….gatos, perros, gallinas de las que comíamos los huevos y esas vacas que ayudaban con su leche a llegar a fin de mes o a arruinarte depende de como fuera el año, cuando tenían una vaca buena siempre pasaba algo que se iba al traste. Mis primeras mascotas se llamaban Tuli y Topy, la Tuly recuerdo que era una perra negra preciosa sin raza ninguna pero muy buena y cariñosa que no se por que pero tuvieron que sacrificar y para que yo no sufriera por que era la mas pequeña de la casa y muy mañosa, me dijeron que la llevaban a bailar a la “RAMPA”. Yo quería mucho a la TULY y aun recuerdo como mi padre se la llevo en una cesta de color amarillo en la mobilette según el, al baile a la “RAMPA” ( la rampa es una zona del pueblo de al lado llamado Valles en el cual antaño había un baile).Yo soñaba de noche con mi perra bailando sin saber que estaba muerta, pero al menos así era feliz.A el Topy en cambio hubo que sacrificarlo ya de viejo por que se quedo ciego y el pobre se daba de golpes contra todos lados era demasiado viejo, pero este perro hizo historia….era listo como el solo, como buen ratonero.

Recuerdo con cariño como viví mi infancia, jugábamos a las tiendas con “huevos” que cojiamos de las paredes, y “sardinas”, recordáis las sardinas y los huevos? Para eso hay que criarse en un pueblo, eran unas plantas que salían y aun salen en las paredes….luego pillábamos trozos de cuero de la zapatería de mi tío “Taillo” y decíamos que eran las chuletas…..no teníamos ni videojuegos ni nada de lo que tienen ahora pero jugábamos y éramos felices…el castro , el escondite, las tiendas, los médicos…los niños de ahora se ríen seguro de esos juegos pero no son mas felices de lo que éramos nosotros. Íbamos de merienda, con nuestra cestita niños y niñas…también echábamos peleas de piedras aunque pocas…los de Torios contra nosotras jejeje. Cuando nos daban el bocata y no nos apetecía recuerdo que lo besaba antes de tirarlo por que si no se enfadaba la Virgen nos decían nuestras madres, dile eso a una niña de las de ahora y espera respuesta. Nosotros nos pasábamos de ignorantes pero creo que ahora se pasan de listos, o no???.

lunes, 30 de junio de 2008

domingo, 29 de junio de 2008

viernes, 27 de junio de 2008

EL TESORO Y LOS DUENDES.

Cuando la moza acabó de llenar el cántaru en el chorru de la juente, empezó a andar hacia la su casa.A los pocos pasos el cántaru empezó a moverse de un lau a otru. La moza asustá aposó el cántaru, y el cántaru se movía en el suelu para arriba y para abajo y de un lau a otru como una peonza.Al mismu tiempu que se movía oyó una vozuca que salía del cántaru y que decía así:
Debajo de la juentehay un gran tesoruhechu de plata y de oru...La muchacha ya sabía que metíos entre el agua hay unos duendes chiquitines que a veces salen con el chorru del agua y estamengan los cántaros y los rompen por travesura; y otras veces avisan a la gente cuando averiguan que debajo de la tierra por onde vien el agua hay alguna mina o algún tesoro de los que dejaron los moros escondíos.El duende de las juentes y de los ríos, que es más chicu que la cabeza de una cerilla, no paraba de cantar en el cántaru:
Debajo de la juentehay un gran tesoruhechu de plata y de oru...Asombrá la muchacha de lo que decía el duende, golvió a la juente y vació el cántaru, que es lo que hay que hacer cuando un duende se mete en un cántaru, porque si no al beber se le traga y las personas se güelven locas y traviesas y no pueden parar quietas un momentu.Cuando golvió a la su casa se lo contó a su padre, y al ser de noche, cuando ya no había ninguna luz en el pueblu y la gente estaba dormía, la muchacha y el su padre jueron a la juente con unos picachones para cavar en la juente y encontrar el tesoru enterrau.Dale que te dale con los picachones y venga de sacar tierra y encontraron una piedra muy ancha. Las sus juerzas no podían levantar la piedra y se golvieron a casa desconsolaos.A la otra noche golvieron tampocu pudieron levantar la piedrona.
Así jueron unas cuantas noches y la piedra sin menease de allí.Entonces el padre de la moza se jue al monte y llamó a un ojáncanu y le dijo que le daría su hija si levantaba la piedra pa sacar el tesoru.El ojáncanu bajó con el hombre a la media noche y levantó la piedra.En unas arcas de yerru había miles y miles de sortijas, de gargantillas y de barras de oru.Pocu a pocu el hombre jue sacando aquellas riquezas y el ojáncanu se las llevó a casa.Después el padre, avariciosu y villanu, llamo a la su hija y la dijo para engañala que ya había levantau la piedra y que se juera con él para traer el tesoru.La moza se levantó muy contenta y cuando estaban cerca de la juente encontraron a un crio que iba llorando. El ojáncanu estaba escondíu a la parte de allá de un matorral para llevase a la moza en cuantu el padre le chiflara avisándole.La muchacha compadecía del criu que iba llorando muy desconsolau, le preguntó con muchu cariñu y con mucha lastima que por qué lloraba.Y el criu le respondió que lloraba porque se le había perdíu un corderu del rebañu y que venía de un pueblu que estaba a dos leguas buscándole.En esto se sintió balar a un corderu y la moza y el criu echaron a correr muy contentos hacia ónde salían los balíos. Al llegar onde estaba el corderu, el criu le dijo a la moza:
- Corre, corre sin pararporque el tu padre te quier engañar.El corderu se convirtió en un caballu y en el caballu se amontonaron la moza y el criu.El ojáncano echó a correr detras del caballu, pero no le alcanzó.Cuando ya estuvieron muy lejos de la juente, el criu aparó al caballu y dijo a la moza:- Soy un duende del monte y vi al tu padre con el ojáncanu y oí que le decía que le daría la hija si le sacaba el tesoru.
Después de decir estas palabras, el duende se convirtió en una viejucu baju y gordu, con unas barbas largas, muy blancas; y el caballu se convirtió en corderu y después al dale el duende con el bastón en la frente se convirtió en un lobo muy grande.Porque tos los duendes del monte van acompañados de un lobu que se puede convertir en pájaru grande, en caballu y en otros animales.La moza agradeció al duende la su salvación y se quedó con él en la su cueva, a onde se entraba por un roble huecu.A los pocos días la moza sintió qye escarbaban en la tierra, encima de la cueva.Despertó al duende, que estaba dormíu, y el duende adivinó que era el ojáncanu que había encontrau el sitio onde se escondían.En aquel istante dio con el bastón un golpe muy suave en la frente de la moza y la moza se convirtió en una oruga. Dio otru golpe al lobu y el lobu también se convirtió en oruga. Y él también quedó convertíu en oruga No paraba el ojáncanu de escarbar en la tierra hasta llegar a la cueva del duende.Con el ojáncanu estaba el padre de la moza. El duende, la moza y el lobu convertíos en orugas salieron de la cueva.Después el duende golvió a la cueva, se metió debajo de la tierra y fingía la voz como si hablaran un hombre y una mujer.El ojáncanu no paraba de escarbar, creyendo que debajo de la cueva había otra. Así abrió un hoyu muy hondu. Entonces el duende se convirtió otra vez en oruga, salió al monte, se convirtió otra vez en un vieju bajucu y gordu, con las barbas muy largas y muy blancas, se asomó a la orilla del hoyu que abrió el ojáncanu y empezó a reirse con toa la juerza. Se dió él mismu con el bastón en la frente y se convirtió en un gigante con unas manos grandísimas.Y sin parar de reirse jue echando la tierra en el hoyu y allí quedaron sepultados el ojáncanu y el padre maldecíu de la moza.

domingo, 22 de junio de 2008

Pantano de Alsa.






Hace unos días llegó mi hijo y me dijo...... mamá... nos vamos....y acabé de nuevo aquí ....como me lo pasé!!!!.

Pantano de Alsa.

Esta fué mi primera visita a este pantano.



viernes, 20 de junio de 2008

La novia del Ojáncano.

Una vez un ojáncanu se enamoró de una muchacha que guardaba un rebañu de ovejas blancas y de ovejas negras. La muchacha estaba un día bebiendo el agua pura en una juente que manaba en una peña vestía de musgu y la peña se volvió como estremecía.

Alevantó los ojos y vió al ojáncanu en pie encima de la peña, con un mirar triste, mirándola y remirándola como un cristianu a una imagen de la iglesia.

La muchacha se jue corriendo, dando voces a los pastores...

Otro día, cuando estaba encendiendo lumbre para templarse un pocu, a la parte de allá de un espinar que estaba encima de un ribazu, la llama no pudo medrar. Cuando ardían los escajos una miaja, venía un vientu por entre el espinar, y los escajos se apagaban en seguida, tan pronto como empezaban a arder. Así se encendieron y apagaron unaas cuantas veces.

La muchacha se levantaba y veía que no había vientu, porque las hojas de los árboles y las cogullucas de los jelechos y de los brezales estaban quietos.

Golvió a encender los escajos y pasó lo mesmu que las otras veces. En cuantu ardían un poquitín venía un vientu por entre los espinares y apagaba la llama.

Extrañá de que na más hubiera vientu en el espinar, miró toda sorprendía y vio al mesmu ojáncanu de la peña de la juente suspira que te suspira, como un cristianu que tie algún dolor muy grande en el cuerpo o en el alma.

Los suspiros del ojáncanu eran el vientu que apagaba la lumbre de los escajos, en cuantu empezaba a nacer.

La muchacha echó a correr y golvió a dar voces llamando a los pastores.

Otra vez bajaba detrás de las ovejas cargá con un gran coloñu de leña. Cuando empezaba a bajar el senderu muy resbalaciu, se encontró con que la quitaban el coloñu de leña de la cabeza.

Miró sorprendía lo mesmu que en la juente y lo mesmu que en la vera del espinar y vio el mesmu ojáncanu que tenía el coloñu en la mano como un hombre lleva un palu, un rastrillu o una picaya.

La muchacha, de puru miedu, no dio voces llamando a los pastores como las otras veces. Siguió detrás de las ovejas, temblando y rezando a tos los santos del cielu de Dios Nuestro Señor.

El ojáncanu la iba mirando con mucha tristeza, con el coloñu en la mano. Al llegar cerca del pueblu, puso el coloñu en la cabeza de la moza y se golvió al monte muy despaciu, como una persona que va de mala gana a cualquier sitiu.

Así jueron pasando los días. Otru atardecer bajaba la moza con otro coloñu y el ojáncanu se lo golvió a quitar de la cabeza y a llevarle en la mano hasta cerca del pueblu. La muchacha iba perdiendo el miedu al ojáncanu y cuando le encontraba ya no temblaba como antes, ni rezaba a los santos del cielu de Dios Nuestro Señor.

En esto vino la primavera. No había dia sin que el ojáncanu dejara de presentarse a la muchacha, que pocu a pocu fue cogiendo confianza. Al principio le veía y se iba a los pocos instantes, suspira que te suspira, como si toas las penas del mundu estuvieran metías en el su ánimu. Pero después se estaba más ratu cerca de la muchacha sin dejar de mirarla y de suspirar.



Cuando empezó la primavera la confianza era más grande. El ojáncanu y la moza estaban casi tou el día juntos. El ojáncanu despedazaba peñas, hacía las maldaes de siempre, pero cuando estaba con la moza era güenu y pacíficu. No paraba de hacerla beneficios. Él la cortaba la leña para hacer los coloños y arrancaba los escajos y las árgomas por onde ella iba andando. Si la juente estaba lejos, el ojáncanu iba a por el agua. Si llovía, el ojáncanu escarbaba en una peña y hacía una peña para guarecerse o ahuecaba un árbol. Los otros pastores estaban extrañaos de la amistad del ojáncanu y la muchacha.

En tos los pueblos la llamaban la novia del ojáncanu y las mozas y los mozos la aborrecían. Pero ella le tenía cada vez más apegu y sentía mucha desazón en el monte cuando el ojáncanu tardaba en llegar junto a ella...

Un día, a mitad de primavera, la moza no subió al monte. El ojáncanu la buscó por toas partes y mandó al cuervu que volara sin parar dando güeltas por encima del monte para ver si la veía con el su rebañu.

El cuevu voló toa la mañana, golvió al mediudía, se le posó en la nariz y le dijo que no la veía por ninguna parte. El cuervu por el aire y el ojáncanu por las cuestas no encontraron a la moza.

Pasaron muchos días y la moza no parecía por el monte. El ojáncanu cada vez estaba más triste. Las sus maldades eran más villanas y no había choza que no desbaratara. Tos los caminos los llenó de piedras muy grandes y tapó las juentes con peñascos.

Un atardecer paró a un pastor y le preguntó por onde estaba la moza. El pastor, encogíu del miedu, le dijo la verdá. Los padres de la moza la habían mandau a un pueblu, muy lejos del valle, pa que no golviera a ver al ojáncanu. El pastor siguió el su caminu muy contentu de que el ojáncanu no le hiciera mal...




Al día siguiente, muy de mañana, cuando se levantaron los vecinos, tou el pueblu jue una queja. Los maizales estaban destrozaos, las parés de las huertas caídas, los nogales en el suelu, los mesmu que los perales y los manzanares. No había quedau una paré ni un árbol de fruta en pie. Toa la cosecha estaba destrozá.

Cuando el sacristán jue a tocar a misa se encontró con que habían desaparecíu las campanas. Cuando el herreru abrió la fragua vió que le habían llevado el yunque. Cuando el médicu jue a enganchar el caballu al carricoche para ir a visitar a los enfermos, se encontró con el caballu muertu y el carricoche con las ruedas partías...

No pararon aquí las maldades. Toda la yerba de los praos estaba arrancá y pisoteá y las losas del pórticu de la iglesia hechas peazos, lo mesmu que el paredón que se había hechu hace pocu tiempu pa que el agua del rio no entrara en la mies. Las portillas de las tierras también aparecieron rotas, lo mismu que el carru y el hornu de los padres de la moza.

Todas las mañanas se encontraban los vecinos con algún destrozu. Un día una socarreña destrozá, otru dia un portal con un hoyu mu grande, otru día una juente llena de cantos, otru dia un molinu con las ruedas partías...

Los vecinos arreglaban las parés por el día y el ojáncanu las tiraba por la noche. Así llegó el invernu. La gente estaba sin cosecha, los soberaos estaban vacios, los parajes sin hierba. Tos los vecinos estaban entristecíos, sin tener una pizca de harina pa llevar al molinu.

Una mañana, al pocu de amanecer, toa la gente se jue llorando por los caminus con los trastos a cuestas. Unos se jueron a un pueblu y otros a otru, porque el ojáncanu enamorau no paraba de hacer mal.

El pueblu se quedó solu y las casas se jueron caendo pocu a pocu, hasta que to jue como un matorral.
Manuel Llano.

Manuel Llano

lunes, 12 de mayo de 2008

Un emboque al pulgar.


FUENTE:
Cantabria Tradicional
LIBRO:
“Cuentos de Bolos”
Manuel Delgado y Uranga“El Eco Montañés”, nº extra, 12-8-1900


La cosa pasó en Cartes, en la taberna de Quicón, el de Corrales, y fueron protagonistas de la escena, de una parte, Tío Fidel, el del Molino; Coteruca; Nardón, el de la tía Resabiá; y Celipe el Mellao, vecinos todos de Puente San Miguel; y de otra, Cachucu, Pisondera, Nelón y Trincajarras, vecinos de Cartes. El caso fue que, después de haber echado la discusión sobre cosas de ganadería y agricultura, se promovió el asunto de los bolos, y, ¡aquí te quiero ver, escopeta! No fue lío el que armaron entre los de Cartes y los de Puente San Miguel, defendiendo cada bando a los respectivos jugadores de sus pueblos.
En el período más álgido de la disputa, el Cachucu, ya bastante ajumau, se encaró con Tío Fidel, y adoptando una postura como de reto, le soltó a quemarropa la siguiente andanada:
- ¡Jiña! Que no paso por nada de lo sentau, y en lo respetive al juego de bolos, yo vos digo que no hay dengún nacío, parcialmente hablando, que tenga riaños pa ponese enfrente de los de Cartes… ¡Jiña!...; lo mismo al pulgar que a la mano; de pas cortu u de pas largu.
- Eso habría que sondearlu un pocu –replicó Tío Fidel-, porque haberlos ya los hay en el Puenti que son una notabiliá, y que tien más ojo que un lince pa meter un emboque cerrao, que da la mesma gloria el verlos jugar. Como Sidrón no hay dengún jugador en venticinco leguas a la reonda.
- Esi no vale una panoja, ande está El Camplengo de Cartes.
- El Puenti los tien mejores…
- Lo dichu, dichu está, y menus fantasía, que Cartes se lleva la palma… ¡Jiña!...
La cuestión hubiera terminado malamente si los de Puente San Miguel, que vieron la cosa mal parada, no hubieran tomado el partido de pronunciarse en retirada, como lo hicieron en el acto, emprendiendo la vuelta a Puente San Miguel y dejando a sus contrarios en no muy buena disposición de ánimo respecto al punto de si sería conveniente administrar una buena paliza a aquellos intrusos que les habían sacado de sus casillas.
La noticia del suceso de Cartes corrió por Puente San Miguel como un reguero de pólvora; el amor propio se exaltó hasta el último grado, hubo reunión de jugadores y, por último, acordaron proponer a los de Cartes un desafío a los bolos, bajo la base de tres partidos a mayores, y cruzando una apuesta de 100 pesos.
Ese reto fue aceptado por los de Cartes, que doblaron la suma de la apuesta; creció el entusiasmo en Puente San Miguel y cubrióse en el acto la cantidad. Se formalizó el desafío, levantándose acta del asunto y, previo riguroso sorteo, quedaron señalados de común acuerdo entre ambos bandos beligerantes el día en que había de tener lugar el esperado partido y la plaza; decidiendo la suerte que fuera la del Puente San Miguel el campo donde había de librarse la batalla.
II
El día prefijado para el torneo –un domingo de julio- amaneció verdaderamente espléndido, y el sol, luciendo con toda la fuerza de su potente foco, enviaba los haces de sus rayos sobre el hermoso caserío, inundando de luz y de colores el pueblo y la campiña.
“-¡El último tiro! -gritó Sidrón, como general que ordena un asalto a sus soldados”.
La noticia de aquel singular desafío, llevada en alas de la pública trompeta, había circulado en muchos pueblos limítrofes y aun en la capital de la provincia; así que un gentío inmenso, ávido de presenciar los incidentes de la lucha, había acudido a Puente San Miguel y, llenando las encrucijadas, los establecimientos, las casas particulares y el ferial, prestaba briosa entonación al soberbio cuadro, de bella perspectiva. El pueblo de Cartes en masa estaba allí, y los cuatro jugadores que iban a sostener en el palenque su destreza en el juego iban rodeados constantemente por numerosos amigos, que les animaban a la lucha.
En la bolera grande del pueblo –palenque de la fiesta- se habían habilitado unas gradas formando semicírculo y en sentido ascendente; en el centro de ellas se estableció una sencilla tribuna para los señores del jurado, y el resto, por ambos lados, destinóse para dar cabida al mayor número posible de persona que deseasen presenciar el partido.
III
Por fin llegó la hora; en las gradas se agitaba una multitud inmensa, y en todos los lados y a la espalda de la plaza se apiñaba un verdadero enjambre de personas que pugnaban por conseguir un puesto preferente.
Dada la señal por el presidente, rompieron la marcha en sentido contrario y, desde ambos extremos de la bolera, los dos bandos rivales, encontrándose frente a frente, en el mismo centro de la plaza, cambiaron sus saludos. Allí estaban representando a Puente San Miguel los cuatro campeones del pueblo: Sidrón, El Surdo, Minguco y Gorio, todos en traje de faena, en mangas de camisa, remangados hasta el antebrazo, y ostentando en sus cabezas la característica boina colorada. Cartes estaba representado por El Camplengo, Nardazas, Pisondera y El Romo, también en mangas de camisa, y luciendo la boina azul.
Se echó arriba, acertando los de Cartes, que quedaron de postre y los del Puente pusieron un tiro intermedio, contra el cuatro a la mano y con una raya de butrón.
Empezó el primer partido, y la lucha fue empeñadísima, ocurriendo en él incidentes originales, como el de meter dos emboques seguidos El Camplengo, contra otros dos que metió inmediatamente después Sidrón, y un birle de Minguco, que en una siega se llevó por delante ocho bolos de los nueve de la caja. Quedaron chico a chico, y perdieron el otro los del Puente por un bolo, ganando el primer partido los de Cartes. Jalearon a éstos los de las tribuna, oyeron los del Puente animosas excitaciones y, mientras tanto, los vasos de sangría circularon entre los sedientos jugadores.
Principióse el segundo partido, y con pequeños incidentes entre unos y otros, quedaron chico a chico, y remataron el otro ganando el partido los del Puente.
Nuevas aclamaciones de la multitud, nuevos ¡vivas!, y otra vez las voces de ¡ánimos, valientes!... dirigidas a los dos campeonatos, prestaron a éstos brioso empuje e interés a la lucha.
También en este último partido, que decidía la victoria, quedaron chico a chico; se echó arriba, tocando mano a los de Puente y postre a los de Cartes.
- ¡El último tiro! –gritó Sidrón, como general que ordena un asalto a sus soldados.
- ¡Y el cuatro al pulgar y a escuadra, limpio de polvo y paja! Replicó El Camplengo, armando el emboque y marcando la raya.
- ¿Cómo se llama?
- No tien nombri; está sin bautizar… El que tenga riaños pa metele que se haga la cuenta que es el padrino del nene. ¡Jiña!... y está dichu.
Tiraron los del Puente, subiendo solamente tres bolos, y en el birle estuvieron también tan desgraciados, que no hicieron más que diez y nueve bolos en junto.
Los de Cartes apretaron, y en poco estuvo que no concluyeran, pues llegaron a treinta y siete bolos, sacando en su consecuencia a los del Puente la bicoca de dieciocho bolos. La fortuna volvía las espaldas a los campeones de Puente, y sonreía, en cambio, a los de Cartes. En las gradas, y en todos los lados de la plaza, se manifestaban con gritos de alegría y con exclamaciones de despecho los opuestos sentimientos que ardían en aquella multitud compacta y anhelante.
Volvieron a tirar los del Puente, y… nada; las bolas pasaban limpias: dos o tres bolos cayeron y solamente faltaba una bola por tirar.
Era el último cartucho, y todas las miradas estaban fijas en el jugador que se disponía a consumirle. Cuando Sidrón, que él era, se agachó para coger la bola, -¡Aspera, hombri, aspera!-, gritó una voz de mujer desde las gradas, y una mozona, rubia como el oro y alta como un pino, se arrojó a la plaza y, a todo correr, llegó junto al infortunado jugador.
- ¿Qué quieres, Nela? –dijo Sidrón malhumorado.
- Que dejes esa bola.
- Ya está dejada.
- Ahora mírame.
- ¿Me quieres mucho, Sidro?
- ¡Que si la quiero! ¡Y me lo pregunta ella, la mi Peluca del alma! ¡Ingratona!
- Necesito una prueba, Sidro.
- Pues manda, mujer, manda; que aunque sea me tiro al río de cabeza por date gusto.
- No hace falta eso.
- Pues, ¿qué pides?
- Que metas un emboque, Sidro.
- Me queda una bola, Neluca.
- Pues con esa.
- ¡Hum!
- ¡Ánimo, Sidro, ánimo! Aquí estoy yo, tu Neluca.
- ¿Y si no le meto, Nela?
- Me moriré de rabia, Sidro; de rabia... Mira los de Cartes cómo se pavonean. ¿Los ves? Están en sus glorias.
- Ya los veo, Nela. ¡Malditos de ellos!... Si yo...
- El emboque, Sidro, el emboque...
- ¡Allá va, Nela!... y si no le meto, me tiro de cabeza por la presa del molino... ¡Juera miedo!
Sidrón cogió la bola, la pulsó, y dirigiéndose a sus compañeros, que estaban pálidos de ira y de vergüenza, les gritó: ¡Eh, muchachos!... No tiembléis, ¡cobardis!, ¡que entodavía me queda una bola y el bautizo del nene!...
- ¡Están verdis! –gritó una voz desde el fondo de las gradas.
- Verdis o maduras, pa Sidrón son las uvas. ¡Allá va, malditos!... ¡A la salú de Neluca!...
La bola salió disparada como un cohete, y borleando por el aire, y al final de su descenso, estacó como un proyectil contra el bolo primero de la calle del medio, revolviendo como un rayo y en escuadra rectísima sobre la derecha, hasta estrellarse en el tablón, después de haber rebasado con limpieza el emboque y la raya.
Un grito colosal de frenético entusiasmo resonó en toda la plaza; multitud de mozos se lanzaron al terreno, y cogiendo a Sidrón, le suspendieron en alto y le pasearon en triunfo por la plaza.
Los de Cartes volvieron a tirar, pero sin resultado. Hubo un incidente: al tirar El Camplengo la última bola, una voz tonante y poderosa gritó desde las gradas: ¡Ahora sí que están verdis, fantesioso!... Esi emboque no le mete naide más que Sidrón.
- Niego la consecuencia –gritó Sidrón desde el medio de la plaza-. Esi emboque no le he metido yo; le ha metido ella, Neluca, la mi Neluca... ¡Viva Puente San Miguel! ¡Viva!...

viernes, 9 de mayo de 2008

viernes, 2 de mayo de 2008